Las vegetaciones, también conocidas como adenoides o amígdala faríngea, son un tejido esponjoso de defensa inmunitaria situado en la parte más alta de la faringe, específicamente, en el cavum. Forman parte de un órgano más complejo llamado “anillo de Waldeyer”, una especie de cinturón que bordea interiormente la boca y la nariz y se encarga de retener y captar sustancias que pueden ser dañinas.
¿Cómo afectan a los niños?
En los niños las vegetaciones tienen un tamaño mayor en comparación con las de un adulto, ya que el sistema inmunitario de estos está continuamente luchando contra los agentes externos a los que se exponen. A medida que estos crecen y su sistema inmunológico se fortalece, las vegetaciones se reducen progresivamente hasta volverse imperceptibles.
Sin embargo, las infecciones causadas por virus y bacterias pueden provocar un aumento de su tamaño, generando problemas como obstrucción nasal, mal aliento, ronquidos evidentes y cambios en la respiración. Estas infecciones hacen que se acumulen secreciones, y la dificultad para drenarlas puede provocar sinusitis, faringitis y otitis.
¿En qué momento debemos considerar la intervención quirúrgica?
El diagnóstico es clínico y entre las pruebas que se realizan para detectar las vegetaciones destacan la exploración endoscópica, una radiografía lateral del cavernum, la palpación a través de la boca, y un estudio específico de la apnea del sueño solo en casos graves.
El tratamiento inicial para la inflamación incluye antibióticos, corticoides y descongestionantes para aliviar los síntomas. Esto permitirá, en parte, paliar los síntomas, liberando las fosas nasales y reduciendo la mucosidad. Sin embargo, no conseguiremos eliminar completamente la inflamación.
La extirpación de las vegetaciones o adenoides es el tratamiento más efectivo. Se realiza mediante anestesia general, pero es un procedimiento ambulatorio, es decir, el niño puede regresar a casa a las pocas horas de la intervención.