A pesar de que la apnea del sueño es uno de los trastornos respiratorios más comunes entre la población, solo un 15-20% de los afectados está diagnosticado como tal. Esta alteración provoca la interrupción de la respiración momentos después de conciliar el sueño.
Esta interrupción se produce cuando se cierra la vía respiratoria superior (laringe, faringe, boca) e impide que llegue el aire a los pulmones durante este tiempo. Según las causas que la provocan, existen dos variantes:
- Apnea obstructiva del sueño: es la forma más común y ocurre cuando se relajan los músculos de la garganta.
- Apnea central del sueño: ocurre cuando el cerebro no envía señales correctas a los músculos que controlan la respiración.
Los síntomas más comunes de la apnea del sueño son:
- Pausas en la respiración durante el sueño
- Ronquidos fuertes
- Jadeos al respirar durante el sueño
- Dolor de cabeza por la mañana
- Despertar con la boca seca
- Insomnio e hipersomnia durante el día
- Dificultad para prestar atención e irritabilidad
De no ser tratada, la apnea del sueño puede derivar en complicaciones como empeoramiento de la atención, el comportamiento y la memoria o la aparición de ictus, hipertensión, cardiopatía isquémica y algunos tumores.
Según el caso, el especialista determinará el tratamiento idóneo:
- En casos leves, pueden utilizarse dispositivos dentales, ya que facilitan la respiración al mover la mandíbula hacia delante.
- Otro tratamiento habitual es el CPAP (presión positiva continua en las vías respiratorias), que consiste en colocar una máscara especial en la boca y la nariz durante el sueño que mantiene las vías respiratorias del paciente abiertas añadiendo presión al aire que el paciente respira.
- En casos menos frecuentes, puede ser necesaria una cirugía de extirpación de amígdalas o del tejido extra de la garganta.
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